Parece que no podemos mirar televisión o leer las noticias estos días sin oír hablar sobre la escasez de dólares en el Banco Central. Las políticas económicas fallidas de nuestro gobierno (que se suman as las de un largo número de gobiernos anteriores), han hecho de la disponibilidad de reservas en dólares como el cuento de la frazada demasiado corta para cubir los pies y los hombros al mismo tiempo. Desesperado por evitar una explosión en una economía ya descuajeringada, y llegar, como sea, a las próximas elecciones, se dedican ahora a inventar distintos tipos de cambio que se ofrecen al público en un verdadero buffet de ofertas. Si no es el dólar “soja” será el dólar “Qatar”. Si favorecemos la compra de insumos para potenciar las exportaciones de automóviles tenemos que restringir la importación de instrumentos musicales. Si gastamos dólares “para producir”, gastarlos en viajes no es patriótico. Es el precio de gerenciar la miseria.
Estoy tentado de acercarle al Ministro de Economía una propuesta que podría ayudar a llenar las arcas del Estado. Tenemos que empezar a vender al mundo nuestra experiencia. Y venderla a buen precio. Quiero un “Dólar Experiencia”.
¿Qué experiencia tenemos que es única y valiosa? ¿Exportable? ¿Dolarizable?
Los argentinos somos producto de ya casi 100 años de políticas estatistas, y expertos en vivir de subsidios, regalos (cuando no del robo de la corrupción directamente), planes, prebendas y de la discrecionalidad del funcionario de turno. Este experimento casi secular, ha generado un país para el que la hiper-inflación ya no asusta, las deuda externa crece pero a veces se paga y a veces no, donde los ahorros nunca están demasiado lejos de la mano confiscatoria del Estado, donde la educación y la salud pública son una triste sombra de lo que fueron y asi por delante.
Cualquier combinación de dos o tres de los elementos arriba mencionados conformarían en un país serio una catástrofe que obligaría a los ciudadanos a analizar en que se equivocaron, y que medidas concretas habría que tomar para evitar una reincidencia. ¡Pero no nosotros! ¿Porqué?
Hemos aceitado y perfeccionado durante casi 100 años un mecanismo que permite a gobiernos que sólo producen catástrofes, seguir ganando elecciones. Lo constatamos todos los días en un país, donde, pese a los desastres que nos rodean en todos los frentes, un sector imporante de la población los sigue y los seguirá votando.
Lo que muchos en el mundo no saben (aunque algunos países como el Estados Unidos de los Demócratas ya lo están descubriendo), es que en la democracia moderna no necesitás convencer a TODOS los votantes para obtener el poder. Con tener un número suficiente (¿un 30%?) de parásitos que prefieren vivir permanentemente del trabajo de los demás, el resto de los votos se consiguen sea con engaños, presión mediática o, porque no, algo de fraude electoral por si se hiciera falta un último esfuercito. Esa receta ¡ES ARGENTINA! ¡Como el dulce de leche, las empanadas o el arroz con leche!
Yo creo que esta es una experiencia que vale oro. Vale dólar “de cabeza grande”. Son incontables los hombres y mujeres del mundo, en países que están a tiempo de evitar “la experiencia peronista”, que pagarían en divisa fuerte un curso intensivo para entender que hicimos mal. Y aunque nosotros no tengamos las ganas o las fuerzas para arreglarlo, tal vez ellos si.
Una vez que logre del ministro Massa un “Dólar Experiencia”, compartiré mis conocimientos con Isabel Díaz Ayuso, presidente de la Comunidad de Madrid, que ya tiene claro que España debe evitar el mismo camino. Y si me piden, ofrezco descuento dependiendo el número de ciudades españolas que me abran las puertas. Y de España… ¡al mundo!
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