Nunca he sido capaz de entender de dónde obtiene la gente la idea de que la democracia era en cierta forma opuesta a la tradición. Es obvio que la tradición es solo democracia extendida a través del tiempo. Es la confianza en un consenso de voces humanas comunes en vez de un registro aislado y arbitrario. El hombre que cita a algún historiador alemán contra la tradición de la Iglesia Católica, por ejemplo, es absolutamente atractivo para los aristócratas. Es atractivo por la superioridad de un experto contra la imponente autoridad del pueblo.
La tradición puede definirse como una extensión de la franquicia. Tradición significa dar votos a la clase más oscura, nuestros antepasados. Es la democracia de los muertos. La tradición se niega a someterse a la pequeña y arrogante oligarquía de los que andan deambulando.
Todos los demócratas se oponen a que los hombres sean descalificados por el accidente de su nacimiento; la tradición se opone a que se los descalifique por el accidente de su muerte.
Yo no puedo separar las dos ideas de democracia y tradición. Tendremos a los muertos en nuestro consejo. (Tomado de “Orthodoxy”2”)