Académica católica aborda la “ideología de género” y los problemas transgénero con compasión y honestidad

Introducción de La Botella al Mar: El pecado original y nuestra naturaleza caida nos hacen cargar con muchas fragilidades. La enfermedad física, el dolor y la muerte, el pecado y las malas inclinaciones, o enfermedades psicológicas y temperamentos desordenados. Todo esto es parte de la condición humana. Lo ha sido desde el comienzo de nuestra existencia en esta tierra, y lo será por todos los tiempos. En su misericordia, Dios no sólo ha muerto por cada uno de nosotros para redimirnos, pero nos ha dado una gran variedad de herramientas para superar nuestra naturaleza caida, con la ayuda de su gracia. Esta ayuda también existe hoy como existió siempre y existirá por todos los tiempos. Dios eligió crearnos con libertad, y, en última instancia, somos responsables de nuestros actos y seremos juzgados por las elecciones tomadas y los caminos elegidos.

Esta libertad no implica que cualquier camino elegido es bueno. Aunque parezca una verdad de perogrullo en estos días relativistas, el Bien y el Mal existen. Y tanto el uno como el otro acarrean consecuencias, en esta on en la otra vida. Vivimos hoy en una sociedad, que forma parte de la cultura occidental, que en un proceso paulatino y secular viene alejándose de sus orígenes basados en la cultura greco-romana iluminada y mejorada por el cristianismo. Con el pasar de los años, y en la medida que este distanciamiento de nuestros orígenes se acelera, van surgiendo entre nosotros aberraciones varias, impensables poco tiempo atrás. La aceptación del aborto generalizado, un crímen a nivel individual que siempre existió pero que sólo recientemente se arropa del poder que le otorga la aceptabilidad que ha logrado entre los formadores de opinión, es sólo un ejemplo. Le siguen otras actitudes contrarias a la vida y dignidad humanas como la eutanasia, el consumo de drogas o la esterilización, para citar algunos ejemplos.

Con cada década que pasa, en la medida que seguimos en este camino, nuevas aberraciones van apareciendo, ya que, liberada de restricciones individuales, legales o sociales, la propensidad del hombre para el mal no tiene límites. Así se fue gestando, y está alcanzando en nuestros días una preocupante intensidad, la campaña para difundir y convertir en “aceptable” la pretensión de que un individuo mentalmente sano puede elegir a que sexo pertenece. Surgen los “transexuales”. 

No hay nada nuevo bajo el sol. Desde que el hombre existe, siempre hubo individuos que pretendieron deformar la naturaleza o engañarse a si mismos o a otros aparentando ser de un sexo que no es el que Dios les dió al nacer. A fines del siglo XIX, algunos psicólogos y psiquiatras alemanes empezaron a etiquetar esta aberración como un problema mental (sin connotaciones morales), y, eventualmente, en 1949 el norteamericano David Oliver Cauldwell acuña el término transexual cuando define: “Cuando un individuo que está desfavorablemente afectado psicológicamente determina vivir y presentarse como miembro del sexo al que no pertenece, este individuo se puede llamar psicópata transexual. Significa, simplemente, que no está sano mentalmente, y por esto la persona desea vivir en el sexo opuesto”. (1)

Sólo un par de años más tarde, George W. Jorgensen viaja a Dinamarca, y después de tratamientos quirúrgicos vuelve a Estados Unidos como Christine Jorgensen (2), siendo la primera persona “transgender” ampliamente conocida, alcanzando la tapa de los diarios, la revista LIFE y otras publicaciones influyentes de la época.

Con la explosión de “amor libre” y el “destape” generalizado de los años ‘60, el activismo transexual o travesti encontró su lugar, y fue ganando aceptación entre los medios y la cultura popular, extendiéndose de las casas de prostutución que fueron su primer hogar, a los estudios de televisión y pantallas de cine, revistas y shows the televisión.

En los 50 años que han pasado desde entonces, y manifestando una vez más esa dinámica que acelera los tiempos y la dimensión del mal, el movimiento “trans”, y mas específicamente los tratamientos para atrasar la pubertad o cirugías para efectuar cambios de sexo, se han arropado con opiniones benévolas del American Medical Asociation y entidades afines. Para colmo de males, cada vez más son niños los que sufren la propaganda que presenta esta “transición” como una opción válida y no como (en el mejor de los casos) una condición mental a ser tratada que tiene nombre: disforia de género. Una de las “batallas culturales” siendo libradas en este momento en los Estados Unidos, es en torno a los derechos de los padres a ser informados y opinar sobre este tipo de adoctrinamiento que tiene lugar en muchas escuelas públicas.

Es en este contexto que transcribimos extractos de una entrevista a Mary Hasson (3) sobre este tema, que sugerimos a nuestros lectores familiarizados con el idioma inglés, que lean en su totalidad acá. La traducción y selección de párrafos en nuestra.


  1. En general, nuestra fe nos llama a tratar a todos con respeto y bondad, reconociendo la dignidad de la persona que tenemos ante nosotros, una persona verdaderamente amada por Dios. Y debemos ser compasivos con los que sufren, literalmente, “sufrir con” y acompañar a la persona.
  1. Pero la pregunta más complicada es cómo se ve la compasión en una determinada circunstancia y la dirección en la que acompañamos a la persona. La auténtica compasión busca el bien del otro y lo acompaña en el camino hacia la curación y la felicidad, a la luz de del plan de Dios. No es compasivo validar las elecciones pecaminosas o dañinas de una persona o acompañar a la persona hacia un daño grave, moral o físico.
  1. Un número cada vez mayor de adolescentes se ha visto atrapado en la tendencia transgénero. Hace una década, menos de una fracción del uno por ciento se identificaba como transgénero. En 2017 y 2018, los estudios informaron que entre el 2 y el 3 por ciento de los adolescentes se identificaron como transgénero. Además, otros investigadores describen un efecto de contagio social, que hace que varios adolescentes dentro de un solo grupo de pares se identifiquen como transgénero o no binarios. El libro de Abigail Shrier, “Daño irreversible”, documenta esta tendencia con las adolescentes. A los jóvenes se les enseña, en las escuelas, en grupos de pares y los medios, que sus identidades están autodefinidas y que el cuerpo puede ser manipulado para que coincida con su autopercepción (identidad de género). Los jóvenes más vulnerables, aquellos que sufren problemas de salud mental, trauma, abuso, autismo u otros problemas, comienzan a creer las mentiras que se difunden en las redes sociales y entre sus compañeros que sus sentimientos de infelicidad o de no encajar prueban que realmente son transgénero.
  1. Lamentablemente, una industria de género en auge afirma las creencias de los adolescentes en una identidad transgénero y luego los acelera hacia intervenciones médicas que desfigurarán permanentemente sus cuerpos y destruirán las funciones corporales, incluida la fertilidad. El año pasado, países como Suecia, Finlandia y el Reino Unido han detenido las intervenciones médicas de afirmación de género para adolescentes, pero la industria de medicina de género de EE. UU. se niega a reconocer las crecientes preocupaciones médicas y continúa beneficiándose de estas prácticas destructivas y explotadoras.
  1. Los padres deben abordar la falacia de la ideología de género de una manera directa con sus hijos de secundaria y preparatoria. Refuerce la verdad: el sexo no puede cambiar. Y aunque los padres deben animar a sus hijos a tratar con amabilidad a aquellos que están experimentando problemas de salud mental o confusión de identidad, los padres también deben reforzar la verdad: las hormonas y la cirugía pueden alterar la apariencia del cuerpo pero no pueden cambiar el sexo de ni siquiera una célula. Manipular el cuerpo para destruir su función es autolesión, incluso cuando está sancionado por “documentos de género”. Simplemente no es posible ser otro que el hombre o la mujer que fuimos creados para ser, y la verdad del cuerpo nos muestra el camino a seguir. Nadie encuentra la felicidad librando una guerra médica sin fin en su propio cuerpo. La transición es una promesa seductora, pero vacía, de que los dolores y problemas normales de los adolescentes desaparecerán mágicamente cuando el niño se reinventa a sí mismo como transgénero. Simplemente no es cierto.
  1. Algunas personas influyentes están impulsadas por la ideología (los académicos, los activistas y algunos filántropos), mientras que las corporaciones primero fueron intimidadas para que apoyaran la agenda (por temor a ser etiquetadas como intolerantes) y ahora se han “despertado”. También hay un gran contingente de poderosos en las Naciones Unidas y en otros organismos regionales o internacionales y entre las organizaciones no gubernamentales. Los gobiernos (y las asociaciones profesionales de derecho, medicina, psicología, etc.) están “cautivos” de los grupos de interés ideológicos.
  1. ¿Quién hubiera pensado que los activistas LGBTQ, un grupo que hasta hace poco representaba un pequeño porcentaje de la población, tendrían la influencia para remodelar radicalmente nuestras leyes, cultura, lenguaje y políticas, en menos de dos décadas? Las señales estaban allí, pero creo que la mayoría de la gente esperaba que después de Obergefell (la decisión de la Corte Suprema que establece la legalidad de las uniones del mismo sexo) las cosas volverían a la normalidad; después de todo, ¿no era esa la promesa?: Su “matrimonio igualitario” no afectaría a nadie más. Pero la verdad es que la normalización de una nueva visión del “matrimonio”, basada en la mucho más antigua separación del sexo y la reproducción (provocada por la píldora anticonceptiva), lo ha cambiado todo. El sexo está desconectado de la reproducción, la reproducción está desconectada del sexo, la identidad sexual está desconectada del cuerpo y el cuerpo está desconectado de la identidad y la reproducción. Estos cambios están sacudiento los cimientos mismos de nuestras familias y nuestra cultura; golpean el corazón de lo que significa ser una persona humana, en relación con Dios y con los demás.
  1. Los católicos necesitan respaldar la visión de la educación católica. Nunca es más urgente que hoy. Las escuelas públicas (y muchas escuelas privadas que ya no son fieles a la verdad) están inundadas de ideología de género. Están enseñando una visión de la persona humana totalmente incompatible con la ntropología cristiana: la verdad de la persona revelada en Jesucristo y proclamada por su Iglesia. Los padres no pueden criar niños solos en medio de esta cultura. La iglesia necesita ser socia en la educación de los niños. La iglesia necesita levantar una nueva generación de creyentes fieles para esparcir las buenas noticias.

(1) “Repensando los orígenes de la disforia de género”, por Marina de la Hermosa Lorenci. Psiquiatra. http://www.injuve.es/sites/default/files/3%20Repensando%20los%20or%C3%ADgenes%20de%20la%20disforia%20de%20género.pdf

(2) https://en.wikipedia.org/wiki/Christine_Jorgensen

(3) Mary Rice Hasson, J.D., es miembro Senior de Kate O’Beirne en el Centro de Políticas Públicas y Ética en Washington, D.C. Dirige el Foro de Mujeres Católicas, una red de académicas y mujeres profesionales católicas, y es cofundadora del Proyecto Persona e Identidad, una nueva iniciativa que equipa a padres e instituciones basadas en la fe para contrarrestar la ideología de género y promover la verdad de la persona humana. Abogada y experta en políticas, Mary se desempeñó como oradora principal de la Santa Sede durante la Comisión de la Condición Jurídica y Social de la Mujer de las Naciones Unidas, que abordó la educación (2018), la Mujer y el Trabajo (2017), el Cuidado (2019) y la Ideología de Género (2019) . Actualmente se desempeña como consultora del Comité de Laicos, Matrimonio, Familia, Vida y Juventud de la Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos.

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