Fuimos un país que supo tener aspiraciones de grandeza. Dueño de un extensísimo territorio y dotado de requizas naturales envidiables, la Argentina salió de las convulsiones de las Guerras de la Independencia y las Guerras Civiles que le siguieron, apuntando alto y con un plan, cuyos voceros más claros fueron tal vez Alberdi y la Constitución de 1853. Sin entrar en la minucia de la historia y la discusión eterna sobre si tal o cual personaje o tal o cual política fue lo mejor para el país (lo que a su vez deriva muchas veces en una discusión sobre que tipo país queremos tener, o hasta quienes somos), me animo a decir que en líneas generales, el medio siglo comprendido entre 1880 y 1930 nos vió en un camino de crecimineto en un largo listado de indicadores que, en su época, marcaban el progreso de una nación y su gente: educación, ferrocarril, exportaciones, cierta estabilidad política, salud, ciencia y otros. (1)
Si hay debate sobre si ese medio siglo representó una época dorada para la Argentina o no, empieza a haber más consenso entre historiadores y opinólogos en que la revolución de Uriburu en 1930 marca un quiebre del orden institucional y da inicio a una época “infame”. Los detractores de José Félix, limitan la infmamia a una década, excluyendo así a lo peor, a lo más “infame” y nocivo que produjeron los varios golpes militares en la Argentina: la subida al poder del Coronel Perón que muy hábilmente usó los recursos del Estado para construir una base política aprovechando las necesidades reales de los trabajadores.
Es a mi entender este acontecimineto (el surgimineto del movimiento “Justicialista” o más exactamente “Peronista”) que puso a nuestro país en un rumbo de decadencia que ya tiene casi 100 años de duración y no parece tener arreglo a corto plazo. El éxito de las nefastas y fluidas ideas que manienen vigente a este movimiento y sus múltiples metamorfosis, no es mérito exclusivo de Juan Domingo. Es inegable que el cocktail de autoritarismo, demagogia, facilismo, corrupción, mentira y hasta terrorismo, encontró tierra fértil en un porcentaje elevado de la población de nuestro país, sin cuya colaboración activa o pasiva, esto nunca hubiese ocurrido o, como en el caso de muchos experimentos fracasados en la historia política del mundo, ya hubiese sido rechazado y mandado a los libros de historia, al capítulo titulado “Cosas que no deben hacerse nuevamente”.
Por más que nos pese, tenemos que reconocer que la razón por lo que esto todavía no ocurrió es porque los argentinos como nación no hemos dado la espalda a la receta tóxica que el peronismo nos invita a beber. Casi 100 años de vigencia representan entre tres y cuatro generaciones que han mamado esto y no conocen otra cosa. Más que las ideas, la “personalidad” del peronismo ha hecho metástasis en nuestra sociedad. El resentimiento hacia los más exitosos o los que tienen más, la idea de que se puede hacer plata sin trabajar, esa convicción de que el Estado puede y debe resolver muchos de los problemas de la sociedad, un “anti-americanismo” visceral; son todas manifestaciones de una forma de pensar que contamina las ideas de muchísimos argentinos… aún de aquellos que jamás reconocerían ser “peronistas”.
Por si queda alguna duda de que esto es así, sólo basta mirar la trayectoria del último gobierno “no peronista”, liderado por Mauricio Macri. No representó un repudio de las políticas que vienen siendo nefastas hace décadas. Los piqueteros siguieron en control de las calles, los planes sociales aumentaron como nunca, ninguna ley estructural cambió. Esto no lo digo sólo como una crítica a Marci o al “Cambiemos” de entonces. Lo digo como prueba de que los argentinos no estábamos entonces (¿estaremos ahora?) listos para apoyar seriamente el mencionado cambio, aún en el caso de que el PRO y sus aliados hayan sido capaces de producirlo, algo de lo que no tengo certeza alguna. Y sólo se hicieron falta las elecciones siguientes para que el electorado “vuelva al redil”, eligiendo a Alberto Fernández, individuo gris cuya única credencial fue el haber sido seleccionado por Cristina Fernández de Kirchner.
Y así seguimos nuestra decadencia sin fin, probando recetas fracasadas. ¿No nos cansaremos nunca?
(1) Hay quienes dicen que esos “años dorados”, los de “la generación del ’80”, sólo sirvieron para enriquecer “a la clase dirigente”, y que “el pueblo” no se benefició. Que Argentina era de hecho dos Argentinas, una pobre y otra rica. Es lo mismo dicen de la división de la riqueza en nuestros días, con el famoso estribillo de que “los ricos están cada vez más ricos, y los pobres cada vez más pobres”, o cuando reniegan sobre el tan malvado “1%” que tiene la riqueza del mundo. Sin ser un economista (¡ni de lejos!), sospecho que esas frases propagandísticas esconden el hecho que tanto entonces como hoy, la riqueza de un país o de algunos, termina beneficiando a los que no son tan ricos. Sabemos que hoy en día al menos, la existencia de los penta-billonarios no es freno para que los niveles de pobreza hayan caido en el mundo, y que el promedio de la población vive mejor de lo que vivía hace 100 años, en términos materiales al menos.
Interesante análisis, pero, con todo respeto, creo que omite decir que el peronismo no se entiende sin el roquismo como antecedente necesario. Fue Roca el que exacerbó al Estado, haciéndolo avasallar a la Iglesia y la familia, fue Roca el que sometió a las provincias, fue Roca el que instauró el fraude, el clientelismo y la chequera.
Perón es el mejor imitador de Roca. Solo que se disfrazó de popular .
Y la teoría del derrame puede sonar atractiva, pero no es real. Los números indican que cada vez los ricos son más ricos y los pobres más pobres.
No estoy tan seguro como el autor de que estemos mejor que hace 100 años.
El autor dice “en temas materiales”… Eso también es discutible pero. En todo caso, “no solo de pan vive el hombre “…
Con el mayor de los tesoros
Jose Quijano
Comparto la nota de ABV, es muy precisa y objetiva en su totalidad, El Peronismo fue sin duda lo peor que le pudo ocurrir al pais, con todas las características del populismo fascista, nos alejo del Occidente Europeo, para crear una idiosincrasia que ya en esa época iba diluyéndose por los efectos de la victoria de los aliados en la segunda guerra mundial. Nos fuimos a la ridícula teoría de la tercera posición, etc.
No comparto lo dicho por el Sr. Quijano sobre Roca, defectos los tuvo, el clima político que se vivía en la época de Roca ameritaba ciertas practicas para constituir una pais.
Es interesante ver en las sesiones del congreso a los diputados y senadores Peronistas, siguen con la misma logica de los años 50. Es llamativo la ignorancia y falta de la mínima educación para ejercer dichos cargos.
El fracaso tiene al menos dos siglos de antigüedad. En 1810, presuntamente, Buenos Aires se independizó de España, pero se constituyó sin legitimidad en ‘capital’ de todas las provincias del Virreinato. En 1816, la naciente Confederación se independizó de España, pero su proyecto federalista fue violentamente perseguido por Buenos Aires. De compartir, poco o nada. El régimen de coparticipación federal no tiene parangón en USA, donde Alberdi se inspiró para redactar el borrador de Constitución de 1853. Conviene leer una obra póstuma de Alberdi (él se negó a que se publicaran obras ‘póstumas) como Grandes y pequeños hombres del Plata. Y de ahí concluir quiénes han sido los patriotas en nuestra historia. Y los que no.