En el artículo anterior sobre la generación de riqueza decíamos que la cantidad de trabajadores tiende a ser más limitad que la cantidad de capital. Efectivamente, criar un chiquito, educarlo y entrenarlo en una profesión es un proceso lento y laborioso (y no siempre exitoso), sin contar que los trabajadores tienen una “vida útil” lo que requiere que deban ser continuamente reemplazados. El capital, en cambio, es generado en forma constante y se acumula tornándolo cada vez más abundante.
Recordemos aquí dos conceptos económicos basados en el más sólido sentido común: a) la ley de oferta y demanda y b) y la ley de “disminución de retornos”.
El primero dice que cuando hay mas cantidad de un bien, su precio cae y el segundo dice que los factores de producción tienen una correlación óptima bajo la cual el rendimiento es el más eficiente. Si se agrega un factor, la cantidad de producto aumenta cada vez menos hasta que potencialmente se transforma en una disminución.
En resumen: Si la cantidad de capital crece más rápido que la cantidad de trabajadores y si agregar más capital no necesariamente aumenta la producción, el balance de fuerzas tiende a favorecer al trabajo, no al capital.
Pero, objetará mi estimado progre residente, la dinámica es que la riqueza tiende a concentrarse porque los ricos se van adueñando de todos los medios de producción, dejando a los trabajadores excluidos. ¡Los ricos son cada vez más ricos y los pobres cada vez más pobres! (para usar un cliché).
En una versión modernizada de este concepto, Thomas Piketty dice que esta relación es afectada por la tecnología que va tornando el trabajo obsoleto a través de la robotización, la inteligencia artificial y otros inventos que reemplazan a los trabajadores por equipamiento (es decir, capital).
No pretendo personalmente saber más que el Sr. Piketty, aunque sus teorías han sido rebatidas por personajes mucho mas sabihondos que yo. Pero desde mi limitado sentido común, yo diría que esta tendencia tecnológica simplemente prueba el punto que hacíamos en el párrafo anterior. Un emprendedor solo invierte en un sistema tan caro como la robotización cuando el costo laboral lo justifica. Dudo que en Bangladesh haya el mismo nivel de robotización que en Japón. Por lo tanto, la tecnificación, lejos de probar la supremacía del capital, puede ser usada para demostrar su debilidad creciente.
Por otra parte, alguien con mucho capital tiene costos para “desplegarlo” que le excluye de una cantidad de negocios por no tener escala suficiente. Sin embargo, esos negocios medianos y chicos que no le interesan al “gran capital” son una parte muy importante de cualquier economía. La razón es que en esos negocios, el trabajo y el capital se confunden en la misma persona. Y con esto se alcanza un muy buen grado de productividad que es difícil de ser igualado aun cuando existieran cantidades ilimitadas de dinero (un restaurante “gourmet”, un hotel “boutique”, un profesional independiente, un artesano, etc.).
La izquierda le gusta burlarse del “trickle down economics”. Pero a mi modo de ver es así como funciona:
- Un trabajador sin capital ve aumentar su valor relativo a medida que el capital se torna más abundante (ley de oferta y demanda).
- El capital más concentrado se ve excluido de muchos negocios por un problema de eficiencia (ley de saturación de los factores).
- Esto abre la oportunidad al trabajador de transformarse en el nuevo capitalista a pequeña escala, que ocupa el espacio que deja “el gran capital”.
- Su eficiencia es muy alta porque combinan el trabajo y el capital en una misma persona apalancando ambos.
- Muchos de estos pequeñas y medianas empresas crecen lo suficiente para poder moverse para arriba en la escala económica.
- Y el ciclo se perpetua.
El Sr. Piketty objeta diciendo que (¡resumiendo mil páginas en una oración…!) el retorno del capital ha sido en el último siglo consistentemente superior al crecimiento económico. Mas allá de las refutaciones a su teoría y los errores de contabilización que se le han apuntado creo que un factor importante que se ha omitido en su análisis es el papel de las políticas socialistas que han sido prevalentes en el último siglo en muchas partes del mundo.
- La redistribución de capital implementada a través de altas cargas impositivas dificulta su acumulación y por lo tanto limitan su oferta, sustentando pues el valor del capital ya existente.
- La sobreabundancia de regulaciones, sirven para alimentar las burocracias estatales, pero limitan las oportunidades de negocios, restringiendo la demanda laboral y por lo tanto disminuyendo el valor del trabajo.
- Los subsidios al desempleo terminan fomentándolo y además aumentan la demanda agregada (en esto siguiendo el manual de Keynes), al mismo tiempo que reducen la oferta agregada. Esto tiene dos efectos: hacer más ricos a los empresarios actuales y generar inflación, haciendo más pobres a los consumidores.
- También crean un “piso” al valor del trabajo, en muchos casos incompatible con las oportunidades de negocios que se ubican en la base de la pirámide empresarial (las pequeñas y medianas empresas), favoreciendo una vez mas a los grandes capitales que tienden a concentrarse en sectores de alto valor agregado.
Mas allá de cuales sean los objetivos declarados de esas políticas, en muchos casos consiguen lo opuesto de lo que dicen querer: Favorecen al “viejo capital”, destruyen oportunidades para los trabajadores, limitan la oferta y aumentan la demanda generando inflación y por lo tanto tienden a aumentar la desigualdad, generar pobres y concentrar el poder.
Nada nuevo.
Educante