“La maternidad implica serios riesgos desde el punto de vista físico, emocional, económico para las mujeres. Son ellas las que cargan con el peso y las responsabilidades, y son ellas las que deben tener el poder de decisión sobre este tema. Esta muy bien cuando eligen ser madres, pero nadie, y menos aún el Estado, tiene derecho de imponerles esa carga.”
“Cada vida humana es preciosa e irremplazable. Matar un inocente es horrendo. Hacerlo por comodidad, intereses económicos, proteger una carrera es aún peor. Si la víctima es un bebito indefenso, nos hace retroceder de horror. Y que lo haga su madre, en complicidad con un médico, que hizo un juramento para proteger la vida, solo puede ser concebido por mentes de una perversidad insondable.”
Creo que esto resume adecuadamente la esencia de los mensajes pro-aborto y pro-vida respectivamente. Es fácil darse cuenta de que el “truco” del primero es simplemente ignorar la realidad del segundo. Lo que dicen los abortistas sería razonable si no fuera por el pequeñísimo detalle que no mencionan el precio implícito. Es como si nos preguntara un día de calor si queremos una Coca sin decirnos que el precio es cortarnos una pierna. Si los dos mensajes tuvieran igual difusión, creo que el primero perdería.
¿Pero cómo podemos decir que no tienen paridad? Nadie puede decir que el hecho de la existencia de una vida humana a partir de la concepción es un secreto. Cualquier persona puede llegar a esa conclusión con facilidad. ¿Por qué no lo hacen?
Hay varias respuestas posibles y todas ellas pueden ser verdaderas: egoísmo, ignorancia, presión del círculo íntimo, miedo, inexperiencia y condicionamiento de la opinión pública, a través de una campaña organizada, para adoptar el primer mensaje y activamente ignorar el segundo . Y es en esto en lo que me quiero focalizar hoy.
Para tratar de entender el fenómeno, los invito a acompañar a un imaginario joven universitario durante un día cualquiera y tratemos de identificar los “puntos de contacto” (para usar términos de marketing) que utiliza esta campaña.
Al levantarse es posible que conecte algún tipo de servicio de “streaming” para oír música. Sus artistas favoritos, a los que sigue en varias redes sociales, transmiten mensajes sobre la “igualdad” (dato normalmente pasado por alto: son unos millonarios malcriados) y de la importancia de “empoderar a las mujeres” (dato normalmente pasado por alto: son unos degenerados).
Imaginemos que nuestro joven vive con sus padres y baja a tomar el desayuno. Por algún milagro no tienen sus headphones puestos y participa de la conversación familiar. La misma es sobre temas banales y actividades previstas durante el día.
El joven cursa estudios el ciclo básico de Derecho y pasa su mañana en la facultad. Las materias que debe estudiar son Sociología, Ciencia Política, Introducción al Conocimiento de la Sociedad y el Estado, Introducción al Pensamiento Científico, Principios Generales del Derecho Latinoamericano y Principios de Derechos Humanos y Constitucionales. Todas ellas dan por sentado como verdades fundamentales premisas secularistas, ateas (o en la mejor de las hipótesis, agnósticas), marxistas, contra la familia tradicional, y promueven la religión ambientalista. El grado de sutilidad con la que el mensaje es difundido varía, aunque no mucho. Las conversaciones con sus compañeros durante los breves momentos de relajación son sobre futbol o la próxima salida del fin de semana. Si hay alguna referencia (muy ocasional) a temas más profundos, es extremadamente raro que alguno de sus compañeros adopte una posición católica o de derecha de forma explícita. Si lo hiciera sus comentarios serán recibidos con un silencio incomodo cuando no con hostilidad agresiva.
Después de cinco horas de clase, nuestro joven va a su trabajo de tiempo parcial en una empresa multinacional, donde esta participando de un programa de práctica para futuros profesionales. En el viaje en colectivo aprovecha para ponerse al día con sus cuentas en las redes sociales. Los temas “trending” hablan sobre el calentamiento global, el anti-racismo, y la importancia de no discriminar por razones de identidad de género. Recibe varias sugerencias para seguir un artista “trans” y se celebra ese día el “matrimonio” gay de un famoso quien hace declaraciones sobre su reciente adopción de mellizos. Las fotos son enternecedoras. Un “pop up” le pregunta que pronombres desea utilizar.
Cuando llega a su trabajo, el departamento de Recursos Humanos le había informado que el entrenamiento obligatorio sobre “ética” debe estar completado dentro de las próximas dos semanas. Nuestro joven se aboca pues a la tarea. En este material, se habla de “equidad”, “diversidad”, “empoderamiento de la mujer”, “desarrollo responsable”, “la lucha común contra el calentamiento global”. Las reuniones con ejecutivos de la empresa contienen referencias frecuentes a estos temas. Las conversaciones con sus compañeros de trabajo tienen temas similares a los de la facultad. En este caso existe una prohibición explícita o implícita a no hablar de ningún tema profundo. Ni siquiera esta bien visto hacer comentarios sobre el curso de “ética” obligatorio.
Al terminar su día activo después de juntarse con sus amigos durante un rato a tomar una cerveza (los temas de conversación son futbol, la próxima salida, y algún meme viral ese día en Tik Tok) vuelve a su casa y se sienta un rato a ver una serie en Netflix. La trama de la serie incluye por lo menos alguno (o todos) de los siguientes elementos: un gay que es un genio, un trans que es muy gracioso, un “malo” que hace “bullying” en términos enteramente irrealistas de los dos anteriores y que es racista, una chica que tiene sexo en la primer cita con un chico, un cura que es un hipócrita, un padres y una madre que se pelean sin cesar por las cosas más absurdas haciendo la vida imposible a un adolescente rebelde, un empresario ladrón que pretende destruir el medio ambiente, un “idealista” ambiental y de izquierda que predica un discurso levemente irrealista pero altamente atractivo, un tipo que golpea a su novia, un militar loco.
Nuestro joven, antes de irse a dormir sale al jardín de su casa a fumarse un porro y cansado, se retira a dormir para empezar el ciclo de nuevo al día siguiente.
En resumen. TODOS los “puntos de contacto” que tienen ese joven, día tras día, le venden un solo mensaje. En sus interacciones con familia y amigos es raro que se traten temas relevantes y por lo tanto no hay una “contra influencia” que sirva para compensar. No es de sorprender pues que, volviendo a los dos primeros párrafos, el mensaje abortista se imponga y la realidad que describimos en el segundo párrafo es simplemente ignorada.
Y esto no es solo los jóvenes. Esto se extiende a todas las edades y todos los ámbitos.
Se habla mucho de “la plata en la política”. Cuanto vale todo ese marketing ideológico. O puesto de otra manera, ¿cuanta plata sería necesaria para contrarrestarla “mano a mano”?
En conclusión, aunque nos impusiéramos un objetivo de mínima de que “las dos campanas sean oídas” tenemos una tarea monumental frente nuestro. El primer paso consiste en estar conscientes del fenómeno.
Manos a la obra. Crease o no, la tarea no es imposible. Solo difícil. Acuérdense de David…