En su reciente visita a nuestro país, el ex Presidente de Uruguay, Pepe Mujica, se reunió con su par en el Palacio de La Moneda, oportunidad en que insultó a 8 millones de chilenos (62%), por considerarnos “gente común” que no entendimos la propuesta de constitución de los iluminados que quisieron destruir a Chile y refundarlo.
A juicio de Pepe Mujica que haya ganado el rechazo constituye “un tropezón, no es una caída. Enseña que a veces cuando pretendemos mucho, la gente común no lo entiende y tenemos que ponerle la oreja al pueblo, porque eso se llama virtud. Gobernar para la mayoría”, en referencia al rechazo mayoritario a la propuesta de nueva Constitución en el plebiscito del pasado 4 de septiembre.
“No cultiven el odio, cultiven la esperanza”, añadió el expresidente, quien comenzó sus palabras a la prensa recordando que “aquí [en La Moneda] dejaron la vida algunos de mis compatriotas”.
Mas allá que constituyamos ocho millones de “gente común “, le aclaro al Sr. Mujica que entendimos claramente que el proyecto que nos proponían era el desmantelamiento de la nación democrática y republicana en la que se forja nuestra historia común. Fuimos precisamente la gente común como nos llama despectivamente, quienes salimos a rechazar un proyecto «indigenista y socialista» que buscaba desmembrar a Chile dividiéndolo en once naciones autónomas (art. 5) con la creación de once sistemas de justicia paralelos – (en su delirio, la izquierda llegó a la conclusión de que cada pueblo originario debía tener su código civil, uno penal y otro procesal), de modo que los conflictos entre chilenos e indígenas tendrían un tratamiento distinto de aquellos protagonizados solo por chilenos o solo por indígenas – idea que no convenció ni a los mapuche ni a las zonas populares ni rurales, donde ganó la cordura y la defensa a nuestras tradiciones e identidad.
La misma aclaración va para el Gobierno y los políticos que transversalmente pretenden imponernos un nuevo proceso constituyente bajo la premisa de que Chile pide y necesita un texto nuevo (sic) y en su desesperación para tratar de convencernos de las bondades que significara para el país, traen al Sr. Mujica, quién insulta descaradamente a los que no pensamos como él.