La falsa tolerancia

El Demonio es el príncipe de la mentira. Cuando el Bien predomina exige “tolerancia” con el mal para que este sobreviva. Pero una vez que el mal domina, no tolera al bien. Hoy por hoy, a medida que el Mal domina, el demonio y sus seguidores se van sacando la careta de la tolerancia y toleran cada vez menos a los que se atreven a disentir.

Santo Tomás de Aquino define la tolerancia (más o menos) como la prudencia en el combate contra el mal. A veces es prudente tolerar un mal para evitar otro mayor. Por eso Santo Tomás dice que sin dejar de ser parte de la virtud de la prudencia, también es un fracaso, porque es una actitud indeseada y forzada frente al mal. Ejemplo: un padre se ve forzado a tolerar que su hijo viva en concubinato con una novia de malas costumbres, recibirla como “visita” y saludarla como “conocida”, porque la prudencia le indica que si la condena como corresponde el hijo se aleja definitivamente, perdiendo así la poca buena influencia que pueda tener para su ulterior salvación eterna. Esto pasa “hasta en las mejores familias”, pero esa tolerancia prudente no deja de ser un fracaso para el padre. 

El mismo concepto de “fracaso” se aplica a las sociedades humanas. Santo Tomás dice que si los gobernantes dieran buen ejemplo y llevaran sus pueblos hacia el Bien no necesitarían tolerar el Mal, o lo necesitarían cada vez menos. O sea: el buen gobernante tiende a la menor tolerancia posible. 

El verdadero concepto de tolerancia es por lo tanto inseparable de los conceptos de Bien y Mal. No se tolera cualquier cosa y porque sí. La tolerancia no es un Bien en sí mismo. Se tolera un Mal con la finalidad de obtener un Bien o evitar otro Mal peor que el que se tolera. 


Los conceptos de Bien y Mal fueron establecidos por Dios al crear el universo. Siguiendo con una excelente y conocida metáfora, Dios es como un relojero que puso las reglas para que el reloj funcione. Se altera un engranaje y el reloj ya no da la hora. El Bien es lo que hace funcionar el reloj; el Mal es lo que lo altera. 

No es verdad que esas reglas del Bien y del Mal son un capricho del relojero, como dijeron Occam y los primeros filósofos decadentes, que sostenían que Dios podría haber hecho el universo al revés, e igual debería funcionar. Decir que si Dios hubiera puesto cualquier otro conjunto de reglas también sería bueno, era el primer paso para decir que todos los conjunto de reglas son buenos, aunque se contradigan. Pero Dios es racional y no hace disparates. Las reglas del Bien y del Mal son lógicas. Otro conjunto de reglas carecería de lógica. Como dice “Word on Fire” citado por LBM del 29-12-22 en su artículo “El catolicismo refugio de la racionalidad”, el Bien y el Mal son “una colección ordenada de hechos morales deducidos de la estructura de la realidad.”

El Demonio y todos sus seguidores conscientes o inconscientes se sublevan contra el orden del Bien y del Mal puesto por Dios. Pretextan que quieren un orden alternativo y de hecho han inventado sistemas filosóficos que parecen muy bien armados. Pero siempre fallan y se derrumban, porque no consiguen hacer que el reloj funcione. Como dicen los franceses “chassez le naturel; il reviendra au galop” (expulse lo natural; volverá al galope).

El Demonio puede decir lo que NO quiere, pero es incapaz de proponer un Orden alternativo. Citando otra vez a Word on Fire: “…las mismas teorías no pueden, en consonancia con sus propios fundamentos filosóficos, decir algo sobre lo que un individuo o una sociedad debe hacer, por ejemplo, qué bien positivo debe perseguirse…” 

En el Orden del Bien y del Mal puesto por Dios en el universo todos los engranajes del reloj cumplen su función automáticamente, excepto una pieza: el Hombre. Dios dispuso que los planetas no puedan cambiar de órbita y que las golondrinas no puedan dejar de emigrar, pero quiso que el Hombre cumpla voluntariamente su parte en el funcionamiento del reloj. Si el Hombre quiere, puede desobedecer las reglas y romper el reloj. Dios no se lo impide en esta vida, pero los demás hombres sí se lo deben impedir, en la medida de lo posible. Las sociedades humanas tienen que organizarse para cumplir su fin último que es la salvación de las almas (además hay un montón de fines intermedios; es bueno aclararlo para refutar desde ya la acusación de que la sociedad católica padece de un exceso de “espiritualidad”). 

La tolerancia entonces es la virtud que deben practicar todos, pero especialmente los gobernantes, para que los hombres practiquen el Bien y eviten el Mal, mediante un sistema prudente de premios y castigos. Al contrario de lo que pretende el Demonio, nunca puede haber una tolerancia funcional al Mal. La tolerancia tiene un sólo sentido: hacer el Bien.     

Tolerar no implica reconocer derechos al mal y al error. Muy por el contrario, tolerar es combatirlos de la manera más prudente y por lo tanto más eficiente. Un combate imprudente puede dar ínfulas al mal. Ejemplo: Haití es un país que practica el satanismo en masa y que un presidente consagró al demonio. Si mañana asume un buen gobernante no va a poder prohibir el satanismo de la noche a la mañana porque va a fracasar y el demonio va a aumentar su poder sobre ese desgraciado país. Tendrá que hacer procesiones, vigilias, exhortaciones, dar buen ejemplo, invitar misioneros católicos en serio a que prediquen en las plazas. Después de un tiempo podrá prohibir el satanismo.


Pretender que la tolerancia del mal constituye un derecho es precisamente el sofisma sobre el que se basa el famoso caso “FAL” con el que la Corte Suprema de Justicia introdujo el aborto en Argentina. Después vino la ley del Congreso, pero el sofisma de la Corte fue el antecedente necesario. 

Resulta que en el Código Penal de 1922 se había infiltrado una “tolerancia” a ciertos casos de aborto, como el embarazo por violación sobre mujer idiota. La ley los condenaba como delitos, pero por razones de prudencia (en este caso equivocada) excluía el castigo que corresponde al homicidio. Eran los llamados “abortos no punibles”. La Corte inventó el sofisma que cuando un acto no es punible se convierte en un derecho y por lo tanto el Estado debe garantizar su ejercicio. Para demostrar lo equivocado de este sofisma basta recordar que el Código Penal tiene otros casos de “no punibilidad”, por ejemplo el hurto entre hermanos que conviven. Por razones de prudencia (en este caso acertada) la ley no quiere que un hermano mande a la cárcel a otro porque le sacó plata de la mesa de luz que tienen en el cuarto adonde duermen los dos. El mensaje de la ley es: “si tenés un hermano vago y ladrón perdonalo, escondé mejor tu plata, o mudate a vivir sólo en otro lado, pero no lo mandes a la cárcel”. Para la Corte Suprema el Estado debería garantizar el derecho del hermano vago y ladrón a sacarle toda la plata que pueda al hermano trabajador y ahorrativo.

A pesar de la ya mencionada incapacidad del demonio para generar un “orden alternativo” al de Dios, no deja de intentarlo, utilizando especialmente a los falsos filósofos. Aclaro que si “filosofía” significa amor por la sabiduría, no deben llamarse filósofos a los pensadores que no adhieren a la verdad revelada. Así como tampoco pueden llamarse “antropólogos” a los que niegan el alma inmortal; deberían llamarse “simiólogos” o “primatólogos”.

Enfin, resulta que como se dijo al principio el demonio exige una adhesión intolerante a cada uno de estos sistemas de falso “orden” que se suceden y se contradicen unos a otros. Más o menos como en Rusia soviética, que mandaba al paredón al distraído que seguía sosteniendo el mismo conjunto de mentiras, sin darse cuenta que ahora lo oficial es otro conjunto de mentiras.

¡Qué triste es la Humanidad lejos de las vías católicas!  

1 comentario en “La falsa tolerancia”

  1. Josefina Beccar Varela

    Felicitaciones Cosme por el artículo! Excelente! Muy claro y recemos para que el príncipe de la mentira no siga engañando a tanta gente!

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