Un político ganó la elección mintiendo en su currículo.
No. No me refiero a Elizabeth Warren (Senadora por Massachussets) que dijo ser “Nativa Americana” cuando tiene menos sangre india que un Sueco y que eso le sirvió para ser profesora en Harvard lo cual le dio la plataforma que necesitaba para lanzar su carrera.
O a Biden que dijo haber salido entre los primeros de la clase cuando en realidad salió entre los últimos. O que su hijo había muerto en Irak aunque murió de Cáncer, o que se plagio un discurso, o que había pasado tiempo en la cárcel en Sudáfrica combatiendo el apartheid, cuando es completamente falso, o que dijo que Trump había alabado a los Nazis, o que había dicho que la gente tenia que inyectarse lavandina (y larga lista).
Me refiero a George Santos que mintió diciendo que había ido a un colegio que nunca había oído hablar de él, que había recibido un diploma que no había recibido, que había trabajado en un banco en el que no había trabajado, que había fundado una obra de caridad para salvar animales cuando lo único que había hecho era una vez asistir a una de sus reuniones, y otras… Es decir, lo normal para cualquier político que no tiene plata para pagar a consultores para que le “empaqueten” mejor las mentiras. Por supuesto que, habiendo ganado como Republicano, las rasgaduras de vestiduras son sensacionales. Creo que a esta altura ya hay pedidos de fusilamiento.
Muy mal todos ellos. Pero después de todo, esas mentiras son bastante irrelevantes. Demuestran la baja calidad moral de los políticos, pero eso es como decir que la lluvia es mojada.
En estas mentiras lo que está en juego es un sueldo, un poco de influencia y un par de titulares. Es decir, no mucho.
Las mentiras que realmente cuentan son la que se perpetúan durante décadas, que sirven para justificar políticas de enorme alcance, que son perpetradas no por una persona, si no por miles. Que cuentan con el apoyo de cientos de instituciones que supuestamente tiene como objetivo ser los custodios de recursos públicos y que por lo tanto tienen el deber fiduciario de ser extremadamente escrupulosos en presentar los datos de la forma más fidedigna posible.
Hoy nos referimos a la mentira de la desigualdad.
Según este estudio las estadísticas oficiales del Gobierno Americano sobre el tema son engañosas. Engañosa al nivel de esa publicidad de cigarrillos que decía que había que fumar porque hace bien a los pulmones. Es decir, criminalmente engañosas.
Algunos puntos relevantes como los describe Real Clear Investigations:
“Si bien la Oficina del Censo de EE. UU. informa que el ingreso promedio del 20% superior de los hogares estadounidenses ese año fue 16,7 veces mayor que el ingreso promedio del 20% inferior de los hogares, el número real, argumentan, es 4,1 veces. Esta enorme discrepancia se explica por un simple truco de contabilidad: la Oficina no contó dos tercios de los $2,8 billones en transferencias que se entregaron principalmente a los pobres y la clase trabajadora ni los $4,4 billones que se recaudaron a través de impuestos federales, estatales y locales. El 82% de los cuales son pagados por el 40% superior de los asalariados del hogar”.
Repetimos por si no queda claro: las estadísticas de “pobreza” no cuentan los subsidios y los de la “riqueza” no descuentan los impuestos…. Engañoso, no?
Nos dan números exactos:
“El hogar promedio en el quintil inferior [el 20 % más bajo de los ingresos] recibió anualmente la asombrosa cantidad de $45 389 en pagos de transferencias del gobierno, más de nueve veces más que sus ingresos devengados. El segundo quintil recibió un total de $29 793 en pagos de transferencias del gobierno, aproximadamente dos tercios de lo que recibió el quintil inferior, y el quintil medio recibió $17 850”.
Gracias a esta gran transferencia de ingresos (y la acumulación de deuda federal), la tasa real de pobreza para los niños no es la cifra de 2017 de la Oficina del Censo del 17,5 %, sino del 3,1 %. Para los estadounidenses de 65 años o más, agregan, la proporción en la pobreza cae del 9,2% al 1,1%. ¿El resultado? “El Seguro Social, Medicare, la Seguridad de Ingreso Suplementario, los cupones de alimentos y otros pagos de transferencia prácticamente han eliminado la pobreza entre las personas mayores”.
Con estos números los burócratas se verían mas complicados para seguir gastando como marineros borrachos la plata de los contribuyentes, siempre bajo el estandarte y la excusa del “hambre infantil”. Los avisos de viejitos desnutridos serian menos efectivos para servirles de cobertura para justificar nuevos billones para que ellos “administren”.
Esta mentira ha beneficiado a la izquierda y sus idiotas útiles de la industria de los “bien pensantes”, mientras ha perjudicado a los supuestos beneficiaros, transformándolos en sirvientes dependientes de los anteriores.
“En 1967, el 68 % de los adultos en edad de trabajar en el quintil inferior tenían trabajo, pero para 2017 ese porcentaje se había reducido casi a la mitad al 36 %. El porcentaje que trabaja en el segundo quintil disminuyó del 90% al 85%. Al mismo tiempo, la proporción de personas en edad laboral óptima que trabajan en los tres quintiles superiores de los hogares aumentó en un 7 %, en gran parte debido a un aumento en el empleo de las mujeres”.
Así que no me vengan a hablar de democracia cundo los votos son comprados con plata obtenida mediante engaños.
Cual sería el tratamiento que se merecerían los promotores de una obra de caridad que pide donaciones para solucionar un problema que es descripto en términos falsos, que beneficia primariamente a sus administradores y que además produce daños objetivos a sus supuestos beneficiarios. Y todavía tendrían el atenuante de que todavía dependerían de aportes voluntarios…
Siempre engañando y la gente dejándose engañar por que es más cómodo no pensar