Me resulta entretenido leer cada tanto novelas del género “historia alternativa”, donde el autor se sitúa en un momento histórico, y cambiando algún evento genera una narrativa de como podrían haberse desarrollado los hechos de otra manera. El libro de Richard Neb Lebow “Archduke Franz Ferdinand lives!“, donde se imagina la historia del último siglo de no haber ocurrido la Primera Guerra Mundial, es un ejemplo interesante. Y en otro nivel, la famosa serie “Volver al Futuro“, también muestra de una manera más entretenida las consecuencias de hacer cambios en nuestro pasado.
A esto se suma la tendencia común tan didácticamente explicitada por Jorge Manrique en las coplas por la muerte de su padre de que “a nuestro parecer, cualquiera tiempo pasado fue mejor”. Tal vez el hombre sea naturalmente optimista, y eso ayude a olvidar o minimizar el mal y lo negativo, y potenciar o exagerar lo bueno y virtuoso y su impacto en los hombres y acontecimientos del pasado.
No pude sino rumbear en esa dirección de pensamientos, cuando leí hace unos días la primera editorial de la revista CRUZADA, un esfuerzo lanzado por mi tío Cosme Beccar Varela cuando tenía 18 años. Es imposible ignorar que la revista nace al año de los aconteciminetos dramáticos de junio de 1955, cuando las turbas peronistas, en supuesta represalia por el bombardeo criminal de Plaza de Mayo, se dedican a quemar y profanar varias iglesas de Buenos Aires, destruyendo edificios y documentos históricos en el camino.
Como recuerda Cosme en su libro “Las Cosas Olvidadas“, … “al día siguiente (12 de junio de 1955), estaba en el cine del Colegio Salvador cuando se interrumpió el espectáculo, se prendieron las luces del teatro y un jesuita salió al escenario para avisar que en esos momentos los peronistas estaban atacando la Catedral con intenciones de quemarla y nos pedía a todos los jóvenes que fuéramos a defenderla. Salimos todos los que allí estábamos y tomamos un tranvía que nos dejó cerca de Plaza de Mayo. Nos paramos en las escalinatas de la iglesia mientras los agresores, desde la Plaza de Mayo, nos insultaban y nos tiraban piedras y hasta ladrillos. La Policía miraba y los dejaba hacer. Era evidente que tenía orden de Perón de no intervenir.”
No es aventurado pensar que los eventos de ese fatídico mes, impactaron hondamente en Cosme y tantos otros jóvenes argentinos, que sintieron un llamado a la acción, a la lucha, para defender los valores católicos y patrióticos que veían amenazados en un país y en un mundo que parecía darles la espalda.
Y en ese espíritu, escribe entonces:
A la juventud le gustan las actitudes bizarras, la lucha contra un enemigo visible. Por eso sigue toda doctrina que le presente sus creencias en tono de Clarinda, preferiéndolas a aquellas que sólo le predica paciencia y sumisión. Por eso hay tanta juventud enrolada en las filas de las izquierdas, porque sus jefes, comprendiendo esta tendencia de los jóvenes, tienen la habilidad de predicarles sus falsas doctrinas en forma de consignas de combate. Y por eso hay tan poca juventud decidida al servicio De la Iglesia. La juventud católica solo se hace presente cuando es necesaria la lucha, el riesgo, porque allí se siente más a gusto; por una tarea de guerra es capaz de los mayores sacrificios.
En firme creencia de que en nuestra sociedad argentina existen valores que se deben defender y errores perniciosos que se deben atacar en lucha franca y decidida, para salud de ella, y que no hay nadie más indicado para esa desinteresada lucha que la juventud, es que venimos nosotros, integrales de ella, a levantar nuestra vos y hacer un llamado a todos los que quieran sumarse a nuestro esfuerzo. La lucha es ardua, porque está llena de acciones sin brillo, porque una gran parte de ella habremos de realizarla en silencio, junto a un libro, y porque tardaremos mucho en ser comprendidos por una sociedad encallecida y encanallecida.
Somos católicos y no nos avergonzamos de decirlo. Somos confesionales — prevemos el escándalo — es decir, que seremos intransigentes con todos los errores, ya que éstos no tienen derechos; lo cual no significa atacar a las personas que los sustentan, pues la caridad cristiana nos ordena el empeñarnos en conseguir su salvación, apartándolas de las falsas doctrinas.
Somos argentinos, y por lo tanto nos interesa todo lo que al futuro de nuestra patria atañe. En salvaguardia de ese futuro denunciaremos y atacaremos todo lo que atente contra su grandeza, y todo lo que la haga apartarse del rumbo que tiene marcado la alta misión histórica que le corresponde como integrante de la nueva Cristiandad.
Y creemos en el generoso pueblo de nuestra patria, que hoy se encuentra tan desamparado. Esperaos en él, porque lo sabemos poseedor de las sanas reservas espirituales que habrán de ser el capital precioso con que se financiará la empresa de la restauración de la Patria.
Con lo que queda dicho, aquí empieza nuestra CRUZADA,. Empeñaremos en ella todo nuestro entusiasmo juvenil y nuestras fuerzas, confiando en que Dios ha de ayudarnos.
Leída casi 70 años después, esta primer editorial de la revista CRUZADA me llena de una nostalgia por lo que podría haber sido y no fue. Nostalgia por esperanzas y entusiasmos que parecen hoy enterrados para siempre en una Argentina que ciertamente desde entonces y probablemente ya de mucho antes, parece haber perdido el rumbo, y en la que no parece haber lugar para jóvenes como el Cosme de los años ’50 y tantos otros de sus compañeros.
En última instancia, sin embargo, sólo Dios sabe que impacto acciones como aquella (y porque no, como nuestra pequeña “botella” arrojada al universo de internet) tienen en los individuos y en la historia misma. Y a la hora de rendir cuentas, quién sabe si tal o cual acción que creímos insignificante, tuvo un papel que nunca pudimos ver en el bullicio del presente.
Lo que sería más inverosímil de la historia si esto pasara hoy en día es que un padre Jesuita interrumpa la proyección de una película en un colegio católico para reclutar a los jóvenes para la defensa de la Catedral.
Para ser justo, los jóvenes están todavía dispuesto a hacerlo como lo demostraron hace un tiempo cuando la defendieron (nuevamente) contra las hordas abortistas.
Lo que les falta hoy es liderazgo.
Es así Isidro, exactamente en eso pensé. Falta liderazgo porque faltan convicciones.
Da la impresión que la gente, en general, solo se sacrifica por su propio bienestar.
Pero si hubiera grandes o noble causas…
“¡Qué buen vasallo si tuviera buen señor!”