Exige derecho a abortar… pero no puede

En Chile hemos sido testigos de un absurdo episodio a raíz de las declaraciones de la diputada “trans” de la República en ejercicio, Emilia Schneider Videla (por el partido Comunes), al señalar que luchará “con todo” contra la derecha, para que no puedan quitarle su derecho a abortar, pese a que por razones biológicas nunca podrá quedar embarazada. Para los lectores que no lo saben, la congresista nació como Sebastián en el año 1996, algo que en algúbn momento de su vida eligió no aceptar, iniciando “un proceso de cambio” para convertirse en la Emilia que conocemos hoy, activista LGTBI,  primera presidenta transgénero de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile (FECH), hasta llegar al cargo que hoy ejerce, en el Congreso Nacional, entre otros.

Hasta ahí el país en silencio y pretendiendo creer que el deseo de Emilia era muy válido, aunque biológicamente nunca tenga posiblidad de ejercer el derecho que pretende ejercer, recordándonos el episodio del traje nuevo del emperador de todos conocidos y que vivimos en un régimen de cancelación, impuesto por las minorías,  donde ya no nos atrevemos a expresar no solo lo que pensamos o creemos, sino lo que la lógica y razón misma indican.

Sin embargo, envalentonada tal vez cono su reciente inclusión en las noticias, Emilia insultó ayer a dos diputados al tratarlos de mentirosos en su intervención en la Sala de la Cámara de Diputados, siendo refutada por el también diputado Sr. Gonzalo de la Carrera, al replicarle a viva voz “habla de mentiras, yo le quiero decir que yo he escuchado de usted dos grandes mentiras. Respetando su condición, usted no puede exigir su derecho a abortar porque jamás podrá abortar y tampoco puede exigir su derecho a menstruar”.

En medio de las palabras del diputado de la Carrera y antes de que pudiera terminar, se empezaron a oír gritos de parlamentarios manifestando su indignación con esta línea argumental, acusándolo de transfóbico contra una colega y todo tipo de calificativos negativos. De inmediato, la propia Emilia anunció una denuncia en la Comisión de Ética y una querella en sede penal; mientras el Gobierno adelantaba el envío de un proyecto de ley que permita destituir a un parlamentario en casos de ataques a otros, calificando los dichos como “acciones de odio” y “ataques por orientación sexual o identidad de género”; junto con manifestar su más profunda y cariñosa solidaridad con la diputada y toda la comunidad LGBTQIA; confirmando que son las minorías las que gobiernan y sus opiniones se han convertido en palabra sagrada, y  si las contradices quedas “cancelado”.

Los hechos descriptos generaron discusiones de todo tipo en las redes sociales, donde algunos sostenían que los dichos de Gonzalo de la Carrera si bien verdaderos, resultan políticamente incorrectos. Olvidan tal vez los que dan primacía a lo “políticamente correcto”, lo que comentó el profesor de derecho de la Universidad de Stanford, Michael McConnell, en entrevista publicada en el diario El Mercurio en agosto del año 2014, cuando comentaba que “lo políticamente correcto se opone a la idea de libertad de expresión”, erigiéndose tal concepto, las más de las veces, en una simple “excusa para censurar”.

La hoy llamada “cultura de la cancelación” no solo quita productos del mercado para no exponer a la empresa al desprestigio cultural promovido activamente por movimientos progresistas (como el caso de Nike que retiro de la distribución sus zapatillas conmemorativas del 4 de Julio, conocidas como “Betsy Ross Flag”, tras la queja de un jugador negro de la NFL), sino que lleva a las masas a no opinar frente a disparates como que un hombre sostenga que luchara para que no le quiten el derecho a abortar y menstruar; reflejando que en un mundo que aparenta ser cada día más libre, los ciudadanos se sienten cada vez menos libres para expresarse, donde absolutamente todo es potencialmente ofensivo y motivo incluso para ser destutido de un cargo como el de diputado, al que uno accedió por eleccion popular.


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