Plus ça change, plus c’est la même chose

Hoy es el aniversario de la muerte de Jose Antonio Primo de Rivera en 1936 a manos de los Republicanos y de Francisco Franco Bahamonde en 1975 a manos de la vejez.  Es por lo tanto un buen momento para recordar los prolegómenos de la guerra civil española y sus paralelismos con el momento actual.

Recomiendo vivamente los libros de Pio Noa sobre el tema ya que se dedica a demoler los “Mitos de la Guerra Civil” (como se llama su libro más famoso).

No pretendo aquí ser concienzudo ni hacer una reseña histórica que excedería por mucho el propósito de un simple posteo de un blog.  Pero si me parece interesante destacar que este conflicto se originó en la actitud arrogante, intolerante y fanática de la izquierda que obtuvo el poder por la violencia y el fraude y luego consideró a la derecha en cualquiera de sus expresiones como ilegítima.  Es decir. Nada ha cambiado.

Durante el año 1933 hay varias intentonas anarquistas y comunistas financiadas y organizadas desde Moscú que pretendían instalar un sistema Estalinista en España.  Esta presión desde su flanco izquierdo hace por lo tanto fracasar el gobierno de Azaña (ya que varios miembros de su coalición simpatizaban con los revolucionarios).  En noviembre, se convocan elecciones, las que son ganadas por una coalición conservadora de derecha.  Esto nunca es aceptado como legítimo por la izquierda, incluyendo el PSOE, el PNV, los Catalanistas y por supuesto por los Comunistas y los Anarquistas, quienes desde un primer momento se dedican a socavar violentamente al gobierno surgido de la voluntad popular. 

En 1934 hay nuevos alzamientos armados bajo el pretexto que se habían incorporado al gobierno miembros del CEDA (que era un partido de derecha, católico y oficiosamente monarquista) ya que fue considerado “ofensivo” que parlamentarios, legítimamente elegidos, y miembros de la coalición gobernantes ejercieran sus obligaciones cívicas.  El más famoso y violento fue en Asturias en donde se estableció brevemente un sistema soviético que finalmente fue desmantelado.  Es bueno aclarar que no fueron meramente elementos “extremos” los que participaron en esos ataques a la legalidad democrática. Fueron todos los partidos de la izquierda, incluyendo el PSOE.

A fines de 1935 el Presidente de la República, el “moderado” Alcalá Zamora que había tratado de contemporizar con los revolucionarios, tolerado las tropelías de la izquierda, consideró que un escandalo de los de la vieja usanza era suficiente para disolver el gobierno y convocar elecciones.  Las mismas se llevaron a cabo en un clima de violencia e intimidación por parte de los izquierdistas, y resultaron en una ajustadísima victoria (fraudulenta) para ellos (por alrededor de 2 puntos).  Así volvió al poder Azaña, quien en lugar de tratar de calmar las aguas se rodeo de los elementos más extremos, amnistió a los “insurreccionistas” de 1934 y empezó un hostigamiento sistemático, a través de sus matones en los sindicatos comunistas y anarquistas a cualquier miembro de la derecha.   Esto incluyo el incendio de Iglesias, matanza de sacerdotes, violaciones de monjas, asesinatos a políticos, empresarios y gente de a pie, destrucción de propiedades, etc. 

La Falange de Jose Antonio Primo de Rivera, que había sido un partido marginal hasta ese momento y que tenía buenas relaciones con el fascismo italiano, vio su popularidad incrementarse drásticamente por que fue percibido como una respuesta proporcionada a la violencia que la izquierda venía ejerciendo desde hacía varios años.  Por supuesto todos los “bien pensantes” que veían en la violencia de izquierda una mera expresión del descontento popular que debía ser aplacado, vieron en la organización de milicias de derecha para enfrentarla un riesgo existencial “a la democracia”. 

Esto alimento aun mas el ciclo de violencia, que culminó en el asesinato de Calvo Sotelo, uno de los principales líderes de la derecha “civilizada” lo que fue considerado como el detonante del Alzamiento Nacional.  

Poco han cambiado las tácticas de la izquierda: considerarse los únicos dueños de la verdad (para pedirles prestada una expresión), demonizar a cualquiera que se les oponga, incentivar la violencia de sus matones, sin jamás tomar responsabilidad por ella, pero escandalizarse y rasgarse las vestiduras cuando se les responde proporcionalmente. Robar elecciones y actuar como si fueran la máxima expresión de la legitimidad lo que les da derecho a perseguir a los que se le oponen.   No muy distinto que hoy en día (tal vez con una menor intensidad por razones de conveniencia).

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