Las convenciones y la etiqueta, hermanas pequeñas de la ética

En el contexto de nuestra sociedad global multicultural, la piedra angular de la convivencia es el respeto por los demás, independientemente de las afinidades o fobias. Este respeto hacia los conciudadanos generalmente se resume en la máxima “trata a los demás como te gustaría que te traten a ti” y se vuelve particularmente relevante en organizaciones compuestas por personas diversas entre sí.

De hecho, la investigación y la experiencia muestran que las empresas que mejoran y gestionan adecuadamente la diversidad son más innovadoras y obtienen mejores resultados, además de proporcionar un ecosistema de trabajo más justo y atractivo.

Abrazar la diversidad no es una reacción espontánea, ya que todos tenemos preferencias naturales en la elección de nuestros amigos o parejas, arraigadas en nuestro cerebro. y para imponer el respeto, una comunidad universitaria debe participar en un conjunto de principios y prácticas que incorporen las convicciones fundamentales sobre los deberes y derechos básicos de sus miembros.

En las universidades, estas convicciones pueden estar fundamentadas en un código de ética que comprende no solo normas relacionadas con el comportamiento académico de los estudiantes, por ejemplo, la negativa a hacer trampa o plagiar, sino también principios básicos que rigen las relaciones interpersonales, normalmente a un nivel muy genérico.

Por lo general, los códigos de ética contienen prohibiciones o deberes, como no insultar a los demás, así como aspiraciones formuladas en positivo, por ejemplo, ayudar a los compañeros de estudios en sus necesidades básicas o entablar relaciones constructivas con los demás.

Las convicciones que inspiran los códigos de ética de la mayoría de las universidades internacionales tienden a la convergencia, y no necesariamente reflejan una ideología, religión o moralidad concreta, sino que más bien fundamentan lo que podría llamarse una ética cosmopolita. De hecho, en una clase multicultural compuesta por personas que pueden tener diferentes puntos de vista sobre el mundo o sobre la moralidad personal, el conjunto de convicciones adoptadas solo debe cubrir las reglas básicas. Deben buscar garantizar una convivencia constructiva entre los participantes, una especie de mínimo común denominador que equilibre la diversidad y el respeto por los demás con el apego a reglas comunes de comportamiento.

Además de las convicciones, las convenciones, costumbres compartidas en una comunidad, también juegan un papel importante para facilitar las relaciones entre los miembros de la escuela de negocios, como en la sociedad en general. De hecho, cuanto más diversas sean las convicciones personales de los miembros de la clase, más importante será respetar las convenciones acordadas.

En un libro sobre la importancia de las convenciones y la etiqueta, el profesor Salvador Cardús desarrolla la idea de que las convenciones, aunque sean el resultado de elecciones arbitrarias de los miembros de una determinada sociedad, son la base del civismo y fundamentales para la convivencia.

Los ejemplos de convenciones incluyen códigos de vestimenta, formas de saludo o etiqueta en la mesa.

Cardús insiste en que las convenciones no se basan en valores o principios morales -como las convicciones- y que ser “una persona educada” no equivale a ser “una buena persona”. Es plausible pensar en personas de modales exquisitos, pero inmorales en sus acciones. Sin embargo, una persona con malos modales, estoy seguro de que estarás de acuerdo conmigo, probablemente encontrará el rechazo del grupo, de una manera diferente pero análoga a como las personas inmorales experimentan el reproche de los conciudadanos.

En las últimas décadas, muchos educadores han defendido la idea de que fomentar la espontaneidad en los alumnos es deseable para cultivar la creatividad. Una comprensión perversa de esta idea, sin embargo, implica la relajación de las convenciones sobre la base de que inhiben a los estudiantes para desarrollar libremente su personalidad.

Al igual que Cardús, creo que la observancia de las convenciones es, precisamente, un requisito para nutrir la personalidad de los estudiantes, ya que facilita la integración de los individuos en una comunidad, abriendo así múltiples opciones vitales que no están al alcance de los anacoretas. Los profesionales cosmopolitas cultivan activamente aquellas convenciones que hacen que las relaciones comerciales con personas de diferentes culturas no solo sean posibles sino también fructíferas.

La importancia de las convenciones afecta incluso a los códigos de vestimenta. En muchas empresas todavía existe un estricto código de vestimenta, escrito o no. Convencionalmente, la vestimenta formal muestra respeto por los demás. ¿Deberían los resultados de la encuesta mencionada hacernos repensar y relajar las reglas de etiqueta en aras de la productividad? Supongo que la respuesta a esta pregunta debe tener en cuenta las costumbres y tradiciones locales observadas en cada lugar. Si aspiramos a desarrollar directivos cosmopolitas, la máxima popular está especialmente indicada en materia de convenciones: “Allí donde fueres…”

por Santiago Iñiguez de Onzoño, Presidente IE University. Originalmente publicado en The Conversation.

1 comentario en “Las convenciones y la etiqueta, hermanas pequeñas de la ética”

  1. Alfonso Beccar Varela

    Creo que el tema da para mucho más, especialmente la diferencia entre CONVICCIÓN y CONVENCIÓN. A mi ver, vivimos tiempos en que muchas convenciones nuevas van surgiendo, y ni siempre nos preocupamos en investigar en que convicciones se basan. Es de notar también que cuando las convicciones que dieron origen a las convenciones van desapareciendo, estas últimas son también presa fácil y terminan cayendo por vacías. En fin… como digo, creo que esto da para más.

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