Último desprecio al Rey

Constantino II de Grecia ha fallecido el 10 de enero pasado y el Gobierno le ha negado cualquier tipo de honores no obstante haber sido el último rey de los helenos. Sin honores de Estado, sin honores militares, sin honores al deportista destacado que ganó una medalla de oro para su querida Grecia en los Juegos Olímpicos del año 1960, sin la presencia del Primer Ministro, sin que se haya declarado duelo nacional y sin ninguna bandera a media asta, han sido las ordenes impartidas. Incluso prohibieron el uso en público de la bandera real y cualquier signo similar. Sólo se permitió que sus restos mortales fueran enterrados en la casa que el Gobierno Helénico le robo hace años a la familia real, donde se encuentra el cementerio real en los bosques de la finca de Tatoi, después de un funeral como cualquier ciudadano común y corriente.

Constantino II fue enterrado vestido de civil, sin ningún protocolo militar en los ceremoniales, por la negativa expresa del Gobierno, siendo el ataúd portado por sus tres hijos varones y nietos, y no por la Guardia Presidencial, los famosos Evzones como habría correspondido a una persona de su altura.

La negativa del Ejecutivo a dar carácter de Estado al funeral es en realidad coherente con lo que ha sido un historial de agravios ilimitados por parte de la clase política griega hacia la familia real, hasta el punto, de que a pesar de que la bandera nacional cubrió el ataúd de Constantino II, murió sin haber recuperado su nacionalidad originaria, que le fuera despojada a través de una ley. 

Sin embargo, a pesar de las prohibiciones del Primer Ministro y que dejó de ser soberano de facto en 1974, cuando Grecia adoptó la República circunstancialmente a través de un referéndum, el pueblo ha dicho otra cosa y ha llenado las calles para rendir un ultimo homenaje a su  rey, que tanto quiso a Grecia y su gente y a la amplísima representación de miembros de la realeza que asistieron a despedirlo. –

El funeral se ofició en la Catedral Metropolitana de Atenas, a puertas cerradas y presidido por el arzobispo Jerónimo II, la máxima autoridad de la Iglesia ortodoxa griega, después de una capilla ardiente instalada en San Eleftherios, para que los ciudadanos venidos de todas partes del país pudieran despedirlo tras largas filas de espera, con banderas y fotografías de Constantino, mientras entonaban el himno.

Se ha despedido al último Rey sin honores de Estado ni rango oficial alguno, pero con el cariño y reconocimiento de su pueblo a quién tanto quiso y qué cómo recordó su hijo mayor, repasando las facetas de su padre: “Rey, padre, olímpico, ha llegado el día de la separación de nuestra madre y de tus hijos”.

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