La magnanimidad y el diálogo

La magnanimidad es en cierto sentido la virtud del futuro, la gran virtud del futuro. Como el mundo se amplía, como vamos a tener que convivir con mucha gente de otras razas, de otras mentalidades que se encuentran en otras fases del desarrollo cultural, etc., como la convivencia en todos los niveles, en todos los campos se está haciendo cada vez más intensa, la vida se va a hacer invivible si nuestra capacidad afectiva no se dilata. Es necesario que nuestra capacidad afectiva se dilate, que se agrande. Pero no se trata de una ampliación meramente cuantitativa, porque se trata de una virtud, de una perfección. […] La magnanimidad, según la tradición filosófica, teológica y moral, es una virtud que se coloca en la prolongación de la virtud de la fortaleza. La valentía, la fortaleza es una virtud de lucha, es decir, el magnánimo es aquél que sabe enfrentarse con lo grande y luchar por las cosas grandes, y eso es necesario que se forme poco a poco: es una virtud. Porque no es fácil tener visiones grandes, no es fácil extender nuestra mirada para que incluya también lo distinto, lo otro. Es muy fácil quedarse en lo propio, es muy cómodo reducir lo otro a lo propio, pero no es cómodo, no es nada fácil incluir lo otro y mantenerlo como otro. […] Dialogar con el otro significa ampliarse, desarrollarse, perfeccionarse. Cuando el hombre empieza a conocer las cosas, cuando se abre a nuevos horizontes, ya en la primera fase, al encontrar lo otro, un panorama nuevo, tiene dificultades, grandes dificultades; lo que llaman los franceses la puissance d’accueil, es decir la capacidad de recepción intelectual, exige mucha capacidad de lucha. La gente débil no es capaz de ensanchar sus horizontes, la gente enferma, anciana, agotada, nerviosa, etc., no tiene mucha puissance d’accueil, es necesaria mucha fuerza para que el hombre se abra. Esos horizontes están poblados de cosas distintas y diversas que chocan. Lo diverso choca. Piensen ustedes por ejemplo en la tremenda fuerza igualitaria de la moda, en la intolerancia que se tiene por lo distinto. […] no se aceptan actitudes de las cuales se sabe que no van a ser aceptadas por la gran mayoría. El hombre es conformista, porque el conformismo es tremendamente cómodo.

[…]

De ahí un lindo pensamiento que se encuentra en los Padres orientales, sobre todo en San Juan Crisóstomo, que dice: “no hay humildad sin magnanimidad, pero no hay orgullo sin pusilanimidad”. […] La “magnanimitas” es virtud de ánimo grande, la “pusillanimitas” es actitud de ánimo pequeño. Hoy la pusilanimidad es sinónimo corriente de la cobardía, de la timidez o de la falta de ánimo, pero originalmente significa “pequeñez del ánimo”. El que tiene ánimo pequeño no está en condiciones de enfrentar situaciones grandes […] El orgulloso que vive en un mundo falso, en una realidad falsificada, no puede sino ser pusilánime por dos razones, por dos aspectos como causa y efecto: la persona pusilánime no se encuentra con la realidad, no establece la verdadera apertura con la realidad, con la creación, con Dios, entonces se encierra en su pequeño mundo, busca las vastedades cósmicas dentro de su universo falsificado. La pusilanimidad es consecuencia del orgullo, y por otro lado, es efecto también del orgullo porque aquél que vive en su universo falso, teme ir afuera, entonces todo lo que rompe ese universo falso lo acobarda, lo desmoraliza.

por Emilio Komar, La estructura del diálogo, Buenos Aires: Sabiduría Cristiana, 2007, p. 22-23; 83-84

1 comentario en “La magnanimidad y el diálogo”

  1. Cosme M. Beccar Varela

    Clave para entender este trecho

    Komar habla de “la intolerancia que se tiene por lo distinto”

    ¿Qué quiso decir?

    La de idea de incluir y acoger a lo distinto está demasiado de moda como para ignorar su casi universal interpretación equivocada, sincretista y relativista.

    Igual que la tolerancia, la idea de incluir y acoger a lo distinto no puede dejar de lado los conceptos de Bien y el Mal, de Verdad y Error.

    Estos silogismos son falsos:
    “a) Hay que acoger lo distinto. b) El Mal es distinto al Bien. c) Luego el Bien debe acoger el Mal.” o sino
    “a) El Marxismo es distinto al Catolicismo. b) Hay que incluir lo distinto. c) Luego el Catolicismo debe incluir al Marxismo” (Komar sería el precursor de la Teología de la Liberación).

    Afortunadamente el trecho de Komar trae dos frases que sirven de clave para entender lo que quiso decir.

    Una es la referencia a la “tremenda fuerza igualitaria de la moda”. En un filósofo esta frase no se refiere a la ropa de moda sino a las ideas de moda. Con esta frase Komar condena el Pensamiento Único, cuyo concepto de “distinto” se refiere a la filosofía de género LGBTQ+.

    Es decir, aunque los LGBTQ+ se autotitulen de “diferentes” no pueden reclamar el “accueil” (acogimiento) de Komar porque él ya los clasificó de “fuerza igualitaria”. Genial; pero estaba dicho en forma oblicua. Había que aclararlo.

    La otra es la referencia a “la verdadera apertura con la realidad, con la creación, con Dios,” Entonces para Komar HAY una apertura “verdadera” y otra falsa. No hay que abrirse al Mal y al Error.

    Además es interesante la mención de la realidad, lo que en un filósofo como Komar es una clara contraposición al subjetivismo. La verdadera apertura no incluye las diversas “verdades” subjetivas sino solamente la Verdad, definida como la conformación entre el intelecto y la realidad.

    La referencia a la Creación (y por lo tanto a la Ley Natural) es aún más reaccionaria, pero explicarlo es muy largo.

    En definitiva este trecho de Komar, interpretado según las claves que él nos da significa: “Sublévense contra la tiranía del Pensamiento Único y atrévanse al Ser, a lo Bueno, a lo Verdadero y a lo Bello.”

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