Miré consternada una foto del afiche que plastifica la ciudad de Buenos Aires. “Leer es perder el tiempo”. Y al instante se dispararon mil reflexiones. Escribí un artículo para este blog pero después decidí esperar para ver cómo seguía la campaña. Porque era obvio que estábamos frente a la primera fase de un mensaje que iba a seguir.
No he encontrado todavía a nadie que haya escaneado el código que acompaña a estos carteles. Mis esfuerzos por investigar quién estaba detrás de los afiches durante toda la semana, fueron estériles. Y eso solo ya amerita una reflexión crítica. Aunque el resto del mensaje fuera positivo y redimiera lo horroroso de lo sembrado por las calles, solo unos pocos, después de muchos esfuerzos, se van a dar por enterados del mensaje completo. La mayoría de la gente va a ir asimilando lo que lee en cada esquina y al final del día ese mensaje será el que se grabe en su cerebro.
Conversaba con un publicista quien me decía que seguramente el resto de la campaña iba a dar la vuelta a la negatividad de estos mensajes y el hecho de que la gente estuviera hablando de ellos ya hacía de la campaña un éxito. Lamento no estar de acuerdo. Además de que se va a quedando en la mente el mensaje negativo, la gente ha tomado el marcador y se ha puesto a tachar, escribir y alterar los carteles de la vía pública. Eso, de por sí, es un acto de vandalismo. Seguramente esté penado por alguna ley u ordenanza municipal. Pero a algunos directivos publicitarios les parece una buena cosa atacar la lectura y fomentar el desorden público. Dejaron los primeros afiches durante una semana despertando la curiosidad, la ira y la reacción de la gente. Con un mensaje que promovía un antivalor (la destrucción de la propiedad pública y la ignorancia).
El análisis de estos hechos me llevó a meditar sobre un elemento típico de la cultura argentina: la comunicación indirecta, diferida, disociada. Decimos “te odio, gordo grasa”, por ejemplo, cuando en realidad queremos decirle a un amigo que lo queremos con toda el alma. Esa modalidad de comunicación está tan arraigada en nuestras dinámicas sociales que ya ni le prestamos atención. Decimos una cosa cuando en realidad queremos significar otra. Y los ejemplos son miles.
Esa disociación entre lo dicho y la intención del que habla me parece un tema grave. Grave en serio, con consecuencias psicológicas profundas. Porque muestra una discrepancia que genera de por sí, escudos, malas interpretaciones, dudas, resguardos, distancia… Y esto es exactamente lo opuesto al encuentro personal verdadero. Es una manera de evitar la expresión de vulnerabilidad esencial para el crecimiento de los vínculos entre personas. Manifiesta desconexión con lo real, y lo real es la única fuente de energía y fuerza que nos permite crecer como individuos humanos y en relación con otros.
“Cuando entramos en contacto con las cosas y lo hacemos de acuerdo con el orden natural, luchando por supuesto contra múltiples desórdenes, la misma realidad nos sostiene. Esa es la superioridad de cualquier realismo, sea económico, político, pedagógico o cultural. La libertad que así resulta es una libertad real, porque se inscribe en el orden del ser” (Emilio Komar, Libertad y liberalidad).
Es en las pequeñas cosas vividas todos los días que se va forjando la identidad de los individuos y de los pueblos. Esa identidad puede ser rica, luminosa, serena cuando hay unidad en la persona o puede ser esquizoide cuando está plagada de disociaciones.
Volviendo a los carteles… Un taxista lo resumía muy bien “Esto está escrito por anarquistas”. Y creo que tiene razón. Fomentar antivalores (ignorancia, vandalismo) es una estrategia usada por los anarquistas de todos los tiempos. Pareciera que los ejecutivos del sitio de noticias Corta que está detrás de esta campaña no son anarquistas propiamente, pero para promocionar su producto (bocaditos prefabricados de noticias) han elegido atacar la lectura. Y el resultado, a mi entender, es lamentable.
Planteo una pregunta. Ellos venden bocaditos de información rápida y fácil (como si fueran patitas de pollo de McDonalds). ¿Para qué? ¿Por qué nos informamos? ¿Cuál es la finalidad de la información?
Los dejo para seguir reflexionando…
¡Muy bien Postumia!
Esos carteles de “Corta” son lamentables. Yo vi el que dice “Leer está sobrevaluado”.
Otro cartel de ese estilo es el de “Renuncio” que puso “Bumeran” por todos lados.
Es una incitación a que los jóvenes sean malcriados y caprichosos. Los dos personajes tienen cara de rebeldes sin causa.
Son mensajes pésimos, que no compensa los supuestos beneficios que obtienen las empresas que los publican.
La comunicación indirecta, disociada y desconectada con lo real está cundiendo en los mensajes publicitarios y va deformando a la gente.